Cómo ser salvo?

SEÑALES EN EL CAMINO
DE SALVACIÓN

8ª Señal
Devoción a la Santísima
Virgen María:


     22. Dogmas Marianos:

4º.   ASUNCIÓN DE MARÍA EN CUERPO Y ALMA AL CIELO:

Sabemos que la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo es un Dogma de nuestra fe católica, expresamente definido por el Papa Pío XII hablando “ex-cathedra”.  Este dogma fue declarado por el Papa Pío XII en 1950.

Y por el Dogma de la Asunción sabemos que María, “terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial” (de la Bula que declara el Dogma de la Asunción el 1-11-1950). 

No quedó definido si la Santísima Virgen murió o no.  Solamente que su cuerpo no quedó sometido a la corrupción del sepulcro y que ha sido ya glorificado.

Algunos pueden creer que éste en un “dogma inútil”, como se atrevió a proclamar hace algún tiempo un Teólogo.  Pero ... ¿por qué, lejos de ser “inútil”, es importante que los Católicos recordemos y profundicemos en el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo? 

El Catecismo de la Iglesia Católica responde clarísimamente a este interrogante:

“La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos” (#966).  ¡Nada menos!

Y el Papa Juan Pablo II lo destaca así: “¡Cómo quisiera que por doquiera y en todas las lenguas se expresara la alegría por la Asunción de María!... Que todo hombre y toda mujer tomen conciencia de estar llamados, por caminos diferentes, a participar en la gloria celestial de su verdadera Madre y Reina”.  (JPII, 1995)

La importancia de la Asunción para nosotros, hombres y mujeres de comienzos de este Tercer Milenio de la Era Cristiana, radica -entonces- en la conexión que hay entre la Resurrección de Cristo y la nuestra.  La presencia de María, mujer de nuestra raza, ser humano como nosotros, quien se halla en cuerpo y alma, ya glorificada en el Cielo es esto:  un anuncio o preludio de nuestra propia resurrección.

Veamos con más detalle, entonces, en qué consiste eso que los Católicos tenemos como uno de nuestros dogmas.

Los seres humanos que llegan directamente al Cielo, o aquéllos que al morir deben pasar una fase de purificación (purgatorio) y después de terminar esta fase, van pasando al Cielo, a todos ellos, Dios los glorifica sólo en sus almas y deben esperar el fin del mundo para ser glorificados también en sus cuerpos. 

No así la Santísima Virgen María, quien tuvo el privilegio único de ser glorificada tanto en su alma, como en su cuerpo, al finalizar su vida terrena.  En esto precisamente consiste el dogma de la Asunción.

El Papa Juan Pablo II, en una de sus Catequesis sobre el tema, explicó esto en los siguientes términos:

“El dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de su muerte.  En efecto, mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio” (JP II, 2-julio-97).

María, un ser humano como nosotros -salvo por el hecho de haber sido preservada del pecado original- está en la gloria del Cielo, en cuerpo y alma.  Esta “realidad última” de María Santísima es preludio de nuestra propia “realidad última”. 

El Cielo y la gloria en cuerpo y alma es el fin último de cada uno de nosotros los seres humanos.  Para eso hemos sido creados por Dios, y cada uno es libre de alcanzar esa realidad o de rechazarla.  Cada uno es libre de optar por esa felicidad total y eterna en el Cielo, en gloria, o de rechazarla, rechazando a Dios.

Por ley natural, entonces, los cuerpos de los seres humanos se descomponen después de la muerte y sólo en el último día volverá a unirse cada cuerpo con su propia alma.  Todos resucitaremos:  los que hayamos obrado mal y los que hayamos obrado bien.  Será la “resurrección de los muertos (o de la carne)”, que rezamos en el Credo.  “Unos saldrán para una resurrección de vida y otros resucitarán para la condenación” (Jn. 5, 29)

¿Y cómo serán nuestros cuerpos gloriosos?

Nuestros cuerpos resucitados serán nuestros mismos cuerpos, pero en un nuevo estado:  inmortales, sin defecto, ya no se corromperán, ni se enfermarán, ni se envejecerán, ni se dañarán, ni sufrirán nunca más.  Serán cuerpos realzados hasta la gloria.

Dice la Bula de la Asunción que la Virgen María “no estuvo sujeta a la ley de permanecer en la corrupción del sepulcro, ni tuvo que esperar la redención de su cuerpo hasta el fin del mundo”. 

Nosotros sí.  Pero tenemos la seguridad de nuestra futura inmortalidad, de nuestra futura resurrección en cuerpo y alma gloriosos.  Si optamos por Dios, amándolo sobre toda otra cosa, persona o consideración, si buscamos hacer su Voluntad en todo ... resucitaremos como Cristo y estaremos en el Cielo, en gloria ... como El y su Madre, la Santísima Virgen María.

El dogma de la Asunción significa que María, por un privilegio especial, no tuvo que esperar como todos los demás seres humanos tenemos que esperar, por nuestra resurrección.   Ya su cuerpo y su alma están reunidos y ella está en forma gloriosa en el Cielo.

Ahora bien, el dogma de la Asunción no definió si María murió antes de ser asunta al Cielo, pero hay casi consenso universal que sí murió.

La declaración del dogma se limitó a decir “que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena (no habla de muerte) fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”

A continuación, las palabras mismas que definen este Dogma, tomadas de la Bula Munificentissimus Deus: 

“Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado, que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.

.     Pero la Asunción de la Virgen María no aparece en la Biblia.  Muchos creen que por eso, es una doctrina falsa.

Para los Católicos la Biblia no es la única fuente de la Fe.  La Tradición de la Iglesia también lo es.  La Iglesia tiene la potestad dada por Jesús de decidir y definir doctrinas, aunque éstas no estén en la Biblia.  “Lo que ates(en) en la tierra quedará atado en el Cielo y lo que desates(en) en la tierra quedará desatado en el Cielo”  (Mt. 16, 19 y 18, 18).

Como vemos, no dijo Jesús a Pedro y a los Apóstoles, que quedaría atado o desatado todo lo que previamente estuviera contenido en la Sagrada Escritura, como pretenden los fundamentalistas.   

Eso sí, las doctrinas definidas, si bien no tienen que estar en la Sagrada Escritura, no la pueden contradecir.  Y este dogma no contradice nada bíblico.

Además … ¿no nos muestra el Apocalipsis a la Mujer vestida de Sol con una corona de estrellas

“Apareció en el cielo una señal grandiosa: una mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.” (Ap 12, 1)

Por eso el Catecismo proclama:  "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte" (LG 59; cf. Pío XII, Const. apo. Munificentissimus Deus, 1 noviembre 1950: DS 3903). La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos.” (CIC #966)

.  ¿Qué relación hay entre estas “realidades últimas” y la Asunción de la Virgen al Cielo? 

  La Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo, nos recuerda nuestra futura inmortalidad, nuestro destino final después de nuestra vida en la tierra.  Predicar sobre esto había perdido vigencia, pero hoy vuelve a estar sobre el tapete el tema de nuestra muerte y lo que nos espera después de esta vida.

En esas Catequesis, Juan Pablo II nos dijo que el recordar esas “realidades últimas”, nos ayuda a vivir mejor las “realidades penúltimas”, o sea, nos ayuda a vivir mejor nuestra vida aquí en la tierra.

¿Murió la Santisíma Virgen María?
Relato de los Místicos

 

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